La pastoral de la salud aporta sentido, presencia y humanidad al cuidado.

En un entorno donde la salud mental requiere cada vez más una atención integral y humanizada, la pastoral de la salud se convierte en un pilar fundamental. En esta entrevista, abordamos con Juan Carlos Estévez, responsable de pastoral de la salud en Fundación Hospitalarias Arturo Soria, qué significa cuidar en este contexto, cómo se integra la dimensión espiritual en los procesos de recuperación y por qué el acompañamiento transforma tanto a quien lo ofrece como a quien lo recibe.

Juan Carlos, partiendo de tu experiencia en pastoral de la salud, ¿cómo definirías el concepto de ‘cuidar’ en el contexto de la salud mental?

Cuidar en salud mental tiene dos direcciones (cuidarse a uno mismo y cuidar a los demás) y tres momentos (la prevención, el tratamiento y la rehabilitación).

Cuidar es priorizar el bienestar emocional, físico, espiritual y social; teniendo hábitos saludables; estableciendo límites sanos en las relaciones; ofreciendo apoyo, comprensión y acompañamiento; promoviendo la resiliencia y las habilidades de afrontamiento ante la dificultad que tengamos delante; respetando los tiempos y procesos de cada persona y pidiendo ayuda profesional cuando se necesita.

¿Qué papel juega la pastoral de la salud en la atención integral de las personas con problemas de salud mental?

La pastoral de la salud desempeña un papel muy importante en la atención integral de personas con problemas de salud mental, complementando la atención que le dan otros profesionales. Así lo recoge nuestro Marco de Identidad en el n. 46. En concreto, la pastoral de la salud contribuye a la rehabilitación de la persona mediante:

  • Apoyo emocional y espiritual: ofrece consuelo, esperanza y fortaleza a través de la escucha activa y la relación de ayuda, y ayuda a las personas a encontrar sentido y propósito en su sufrimiento o situación vital, conectándolas con sus valores y creencias.
  • Acompañamiento y relación social: fomenta la integración social y el sentido de pertenencia, reduciendo el estigma y la discriminación, y construye puentes entre la persona, su familia y la comunidad.
  • Promoción del bienestar integral: considera la salud mental como parte de un todo, integrando la dimensión espiritual en el proceso de recuperación; fomenta prácticas de autocuidado que nutren el cuerpo, la mente y el espíritu, como la oración, la meditación, la relajación y la conexión con la naturaleza; y colabora con los demás profesionales de la salud mental para ofrecer una atención coordinada y centrada en la persona. Este es, precisamente, nuestro modelo hospitalario de atención a la persona.

¿Cómo influye la dimensión espiritual en el proceso de recuperación y bienestar de estas personas?

Principalmente influye abriendo horizontes, otorgando sentido a la vida y sentido de pertenencia. También ayudando a manejar el estrés y la ansiedad, mediante la oración, la meditación, la atención plena y, sobre todo, proporcionando paz.

La dimensión espiritual fortalece la resiliencia de la persona atendida, para que pueda afrontar lo que vive. Y si ésta es creyente, esa misma creencia le proporciona un marco para poder comprender y aceptar lo que le ocurre, así como para encontrar una ayuda en la propia fe.

En un mundo cada vez más acelerado y con tantas demandas, ¿cómo podemos recuperar y valorar el sentido profundo del cuidado?

Levantando la mirada y prestando más atención a lo que sucede a nuestro alrededor. En la Biblia hay una referencia válida para creyentes y no creyentes: la parábola del Buen Samaritano. Para recuperar y valorar el sentido profundo del cuidado, hemos de pararnos, ver lo que sucede, compadecernos y comprometernos, respetando en todo momento la libertad de la persona cuidada.

¿Qué diferencia hay entre asistir y acompañar a una persona en su proceso de recuperación?

La diferencia entre «asistir» y «acompañar» a una persona en su proceso de recuperación radica en la naturaleza de la interacción y el nivel de implicación. Asistir implica proporcionar ayuda o apoyo de manera más práctica o técnica, buscando satisfacer necesidades concretas o realizar tareas específicas. Mientras que acompañar supone estar presente y disponible para la persona, centrándose en la relación.

En mi opinión, el asistir se centra en el hacer, mientras que el acompañar se fija más en el estar para la persona, haciendo a esta protagonista de su propio proceso de recuperación.

En tu opinión, ¿qué es lo que más necesitan las personas con problemas de salud mental en términos de cuidado emocional y espiritual?

Sentir que su vida tiene un sentido y que no están solos en aquello que les pasa. Además, en el caso de las personas que son creyentes, sentirse aceptados incondicionalmente por Dios. Con frecuencia, la culpa daña el concepto que tienen de sí mismos, debilitando su autoestima y despertando miedos irracionales de contenido religioso.

¿Cómo pueden los profesionales de la salud apoyar el aspecto humano y espiritual del cuidado en su práctica diaria?

Trabajando en equipo desde el modelo bio-psico-social-espiritual y trasladando a la persona responsable del área de pastoral o a la persona referente de espiritualidad del equipo, aquellas necesidades espirituales que haya podido detectar en la persona usuaria.

¿Cómo puede la sociedad, en general, contribuir a una cultura del cuidado más inclusiva para las personas con problemas de salud mental?

Desafiando los estereotipos y prejuicios asociados a los trastornos mentales, promoviendo información precisa y basada en evidencia sobre la salud mental, además de utilizar un lenguaje respetuoso y libre de discriminación. También, fomentando la participación en actividades comunitarias y grupos de apoyo, de modo que se combata el aislamiento, la soledad y la vergüenza que muchas veces acompaña la afección psíquica.

¿Qué mensaje le darías a los profesionales que trabajan día a día, en la atención en salud mental, para que no pierdan de vista la importancia del cuidado?

Para cuidar bien, primero hay que cuidarse. No podemos perder de vista los espacios de cuidado, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. No somos máquinas que cuidan, somos personas que cuidan de personas. Y en ese camino, inevitablemente, hay cansancio y dificultades. Por eso es fundamental que el profesional también se cuide y sea cuidado.

Cuidar es el primer signo de civilización humana, algo que refleja la propia antropología. En el mundo animal, si no puedes caminar, mueres de hambre. Sin embargo, encontrar un fémur humano roto y curado nos habla de que alguien, en su humanidad, se quedó para cuidar a ese ser vulnerable. Así, podemos afirmar que cuidar a los demás es lo que nos hace verdaderamente humanos.

¿Cómo crees que podemos seguir evolucionando en la atención y el acompañamiento a estas personas desde la pastoral de la salud?

Una manera de evolucionar en la atención, desde la pastoral de la salud, sería desde la investigación y la evaluación. Promover la investigación en este campo para generar conocimiento y evidencia científica sobre las mejores prácticas de acompañamiento. También, implementando mecanismos de evaluación para medir la calidad y el impacto de dicho acompañamiento y realizar mejoras continuas.

De esta entrevista destacamos que cuidar no es un acto aislado, sino una forma de ser y estar. Implica estar presente, escuchar, respetar y mostrar humanidad. Es reconocer el valor sagrado de cada persona, incluso en medio del sufrimiento. En palabras de Juan Carlos: ‘Para cuidar bien, hay que cuidarse. No somos máquinas que cuidan. Somos personas que cuidan de personas’. En esa humanidad compartida se encuentra la esencia de todo acompañamiento verdadero.

Gracias, Juan Carlos, por compartir tu experiencia, por tu profunda visión del cuidado y por tu compromiso con la atención integral.

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